Con propósito.

NOTA DEL ADMINISTRADOR-EDITOR DEL BLOG

Imagen de la cabecera: Fragmento del cuadro de Mariano Carabias: "Mi madre" (retrato de nuestra madre. AQUÍ podéis verlo en su blog)

Este blog nace enlazado al resto de mis blogs, pero quiere ser el espacio donde se ordene todo lo referente a este poemario. Iré subiendo, a medida que se produzcan y conozca, las reseñas o noticias que se generen a su alrededor. Por tanto, como es obvio, su recorrido es corto; pero no me importa.
Si alguien lee el poemario y me remite su comentario de lectura del mismo, lo subiré al blog tal cual, como una entrada más. Y esto con independencia de que tenga o no su propio blog. De algún modo pretendo que sea la página del lector.
Ya sé que es una pretensión muy elevada por mi parte, pero por soñar que no quede.
Gracias de antemano.

lunes, 13 de mayo de 2013

Mariluz GH en La Esfera Cultural

Aquí dejo la reseña que Mariluz publicó el pasado 11 mayo en "La Esfera Cultural".  Pulsando aquí se accede a la entrada original. Y si lo hacéis aquí, accedéis a su blog "Entre la imagen y la palabra"


Quizá un martes de otoño

Dedicatoria de un poeta
El año empezó en invierno, como todos los años, pero a mi me trajo aires de otoño.

A mi me gusta leer poesía y debo añadir sin pudor que no se me da mal su recitado. Pero es que con poemarios como "Quizá un martes de otoño" es imposible no dejarse llevar por la cadencia, el ritmo y los silencios que Amando ha ido labrando en cada verso.

En su dedicatoria me hace cómplice de su desasosiego y es que él sabe de mi orfandad y lo que supone ir aceptando que la vida de nuestros amados padres no es eterna. Aunque él quiera eternizarla en esos huecos que el día le permiten ser mejor hijo.

He leído el poemario en orden y de un tirón. Lo he vuelto a leer abriendo al azar y dejando

que los ojos fuesen a los versos sin orden ni concierto. Pero el culmen de la comunión con el poeta, llegó el día que decidí seguir -reloj en mano- su cronología exacta y precisa. Déjame decirte, Amando, que a través de tu desasosiego he llegado a sentir el amor de mis propios padres; de mi querida madre. Me llevaste a la conclusión de que ojalá Dios (o las fuerzas que nos gobiernen) no nos permita vivir todo cuanto somos capaces de soportar. Llegados a ese punto, cerré el libro y lo puse en la estantería de la cabecera. Su misión la ha cumplido con creces. Y con humildad te digo que la tuya, como hijo-poeta, también.

Gracias por la catarsis.

Isolda me lo regaló y Amando me lo dedicó el mismo día de su presentación. Gracias infinitas por la generosidad de ambos.

Reseña: Mariluz G.H.

viernes, 26 de abril de 2013

Ana Joyanes en La Esfera cultural


Ahora es mi querida amiga Ana Joyanes quien escribe una reseña sobre este poemario. Aquí lo podéis leer en el blog de La Esfera Cultural. Para conocer mejor a la autora pulsad este enlace. A lo largo de estos años he tenido la osadía de reseñar tres de sus libros. Aquí las tenéis juntas.

Quizá un martes de otoño: a corazón abierto


Título: Quizá un martes de otoño
Autor: Amando Carabias
Editorial: Urania Ediciones
Género: Poesía
Van a tener razón quienes auguran que terminaré siendo adicta a la poesía. Y el culpable, en gran medida, será Amando Carabias.

Ya me tentó con su anterior poemario, Versos como carne, poesía cruda, descarnada, que penetra hasta hacer daño. Lo está consiguiendo, lentamente, a pequeños, deliciosos bocados, con el sonido de un violonchelo o un clavicémbalo como fondo a las estrofas elegantes de Eterna luz sonora.

Con Quizá un martes de otoño la profecía se ha cumplido. Porque es imposible no sucumbir a su belleza doliente, a la sinceridad desnuda con que Amando se nos presenta, minuto a minuto, hora a hora. Es imposible no sentirse arrollado por la angustia, la incredulidad, la rebeldía, el amor, la aceptación, el desasosiego. Aunque no existan versos contra el desasosiego, dice Amando.

Existen, aunque duelan, y fluyen directamente desde lo más profundo de su ser hasta la última fibra de quienes hemos tenido el privilegio de dejarnos empapar por la verdad de Quizá un martes de otoño.

Reseña: Ana Joyanes

lunes, 15 de abril de 2013

Manuel López Azorín también reseña el libro.

En su blog, el poeta Manuel López Azorín, ha escrito esta preciosa reseña que  copio aquí tal cual él la ha publicado, con su consentimiento. Aquí podéis acceder a su blog.
Manuel López Azorín (Moratalla, Murcia, 1946) reside en San Sebastián de los Reyes desde hace mucho tiempo. Es conocido por su dedicación a la literatura en general y a la poesía en particular al menos en tres vertientes: inquieto coordinador de actos públicos (entrevistas, recitales, debates, conferencias, simposium, programas de televisión) dedicados a los poetas y su obra, crítico y poeta con varios premios importantes. Hace un par de años tuve el honor de conocerlo en Segovia, a donde vino invitado para presentarnos su obra poética completa recogida en el volumen Sólo la luz alumbra que tuve el gusto de reseñar en Aleanarte revista (aquí el artículo)

Amando Carabias María: Quizá un martes de otoño



Amando Carabias María (Segovia 1962) me envió su nuevo poemario. Un libro publicado por Urania Ediciones, editorial castellonense dirigida por la poeta y escritora Amelia Díaz Benlliure. El poemario se edita dentro de la colecciónAstrolabio y su título es Quizá un martes de otoño (Castellón,2013). Este es su tercer libro de poemas  tras haber publicado Humanidad perdida (1981) yVersos como carne (2011), libro del que di cuenta en este blog,


Este tercer poemario de Amando Carabias María nos cuenta cómo duele la enfermedad de uno  de los seres  más queridos para cualquier humano: su madre. Y nos habla de esa incertidumbre, ese desasosiego, ese miedo que nos embarga y que nos domina sin que nada pueda evitarlo.

“No existen palabras contra el desasosiego,
ni existen relojes que lo aplaquen,
no el filo de una espada lo extermina”

El poeta, nos dice  la solapa, concentra en una jornada toda la tormenta de sentimientos y de visiones a veces desgarradoras, a veces apocalípticas. Siempre pegado a lo cotidiano. Y en su poema sentimos el temor, la tensión, la emoción que lo envuelve y el lirismo de unos versos que  aplaca el fuego de la impotencia que crepita en ellos.

“En esta pesadilla también me he levantado
antes que los tejados carmín de la ciudad
Ni siquiera los pájaros habían regresado
de nuestra madrugada de volcanes.”
  
Pero Amando Carabias María, poeta de reflexiva humanidad y de testimonio de vida,  siempre camina  escrutando la estela de la esperanza:

“Busco una huella tuya entre mi carne
herida por tu ausencia
y añoro como un surco tu sonrisa.
Cuando mis ojos besan el claror,
descubro tu presencia junto a mi;
tus labios son presente.”



El poeta, ha tenido la necesidad, imperiosa necesidad de escribir este libro Un poemario enormemente íntimo, doloroso y desasosegante. Un libro en el que el poeta inicia la aventura de escribirlo para sacar de sí el miedo, el miedo que siempre se nos convierte en el más doloroso inquilino cuando se instala en nuestra casa, el miedo que le atenaza frente a la enfermedad, ante el dolor  del dolor en el ser querido, desde la angustiosa impotencia y a modo curativo, porque de haberlo dejado dentro, ese dolor, ese desasosiego que embarga al poema, fragmentado en diferentes horas, seguramente se habría enquistado no ya en el cuerpo, el corazón, sino mas allá, en el misterioso aliento que llamamos alma.

“En esta pesadilla ya no estabas,
como si adivinara el porvenir,
o tal que si el temor a tu partida
fuera espejismo de alabastro.”

En Quizá un martes de otoño nos encontramos con 37 poemas (fragmentos del poema) de concepción formal y verso blanco con predominio de endecasílabos y heptasílabos de perfecta ejecución y buen ritmo y, al tiempo, unos pocos fragmentos ( del poema) en prosa poética como este que inicia el camino de lo cotidiano, del camino de tener que continuar, aun sin fuerzas, con la rutina diaria:

“Una camisa blanca sin sonrisas, sin lágrimas, ahorcado en mi / 
corbata color viento de otoño, dentro de la armadura de/
un traje azul cansado…Como un viejo soldado, de nuevo /
estoy dispuesto a emprender esta lucha cotidiana en la/
niebla, una infinita guerra de trincheras y frio, la batalla/
sin sangre que siempre me derrota, y me devuelve a casa,/
cadáver cada noche.”

A veces hay que vomitar las palabras por si, de este modo, obran el milagro de las sanaciones. Quizá un martes de otoño, como dice el poeta Francisco caroque el pulso poético de Amando es capaz de mantener la tensión del dolor, del llanto y el desaliento hasta las 3:28 de la madrugada siguiente, último poema, donde ya se atisba la calma, el sendero de la esperanza.
Y estos versos finales no sé si pensados o soñados pero de cualquier modo con la certeza de que son sentidos, implorados, deseados.


“¿No existen palabras contra el desasosiego?

Quizá no haya palabras, sin embargo 
sé que existe el sendero donde el alma
llegará al fuego de tus manos
donde arderá mi pánico, y después
alcanzaré el jardín para el reposo
donde cantan los árboles :”



Quizá un martes de otoño me parece a mí, en definitiva,  el canto desesperado de quien anda instalado en el miedo, en la angustia, en el dolor y para tratar de hallar un resquicio de luz, una palabra de consuelo, le ha puesto horario a su desasosiego tratando de  “cotidianeizar”  el dolor que, sin remedio,  nos acerca el miedo, el temor, el espanto para llevarnos a la más cruel de las derrotas. Pero el ser humano, finalmente, aun con dolor y miedo dentro de sí no abandona esa luz  que alumbra la esperanza. En definitiva un libro de perfecta ejecución, un libro emocionado, un libro con ritmo, un libro tremendo y vivo  en el que el poema, o los fragmentos del poema,  mantienen el latido, la tensión, el pulso, el vuelo de los buenos poetas.

lunes, 25 de febrero de 2013

Francisco Cobacho en Facebook


Francisco Cobacho, poeta con quien he compartido buenos ratos en FB y que también participa en las antologías Arando Versos y Cosecha de invierno ha publicado en FB el siguiente comentario, que ahora permite que suba a este blog.
Muchas gracias por tus palabras, Francisco, son un placer y un honor.

QUIZÁ UN MARTES DE OTOÑO

Hundí mis ganas de leer en sus versos y no cejé hasta beberlos, verso a verso, como el agua que, siendo pura y sin ningunas sales que le sobren, puede afectarnos por no estar acostumbrados a ingerir líquidos de tan alta bondad.
La poesía de Amando, es descarnada, absoluta, tremenda, desgarrada; incluso hiriente, si no nos remansamos en cada una de sus estrofas y medimos bien la intensidad de emociones que su lectura nos puede encender.
El poeta Amando, en muchos momentos y en partes importantes de su poemario, utiliza palabras colmadas de desasosiego: ataúd, pesadillas, ausencias, gritos, muerte. Y cuando nombra el mar, no lo hace como elemento liberador, sino cual líquido oscuro que nos puede arrastrar y absorber.
Su poesía me obliga, en cada palabra, en cada verso.., a reflexionar sobre lo que somos, de dónde venimos y hacia qué lugar nos dirigimos. El poeta, en multitud de ocasiones, se convierte a lo largo y ancho de sus exclamaciones, en un filósofo, preocupado por el destino en la tierra de sus congéneres, los hombres.
Los poemas contenidos en "Quizá un martes de otoño", son tremendos; en algunas ocasiones, se trata de versos torturados, desgarrados y al tiempo los son también de denuncia, de repulsa hacia lo indigno. La inquietud de sus versos es un baladro de dolor.
En los versos de Amando, también hay amor, un amor muchas de las veces, oculto entre las brumas; otras veces, es un amor doloroso. Y sobre todo, la poesía de Amando, está impregnada de una cierta esperanza que aparece después de leerle y relajarse con el regusto de haber tenido la gran suerte de encontrarse con este magnífico libro: "Quizá un martes de otoño".
Enhorabuena. Un abrazo.
F. Cobacho/ 21-02-2013

viernes, 22 de febrero de 2013

Desde Sevilla

El pasado Jueves, Sofía Serra Giráldez publicó una entrada con el anuncio de la recepción del poemario.
Se trata de una anécdota sobre el viaje del libro que ha tenido un final feliz. Aquí os dejo la entrada de Sofía:

regala amando

Ha sido un libro completamente emancipado e independiente, ha vivido su vida una vez que salió de las manos amorosas de su padre hasta llegar a las mías, ¡casi un mes ha tardado el trotamundos! Se conoce la península mejor que yo misma. Pero al fin llegó, y con él la poesía de Amando, de Amando Carabias. Y su dedicatoria tan personal, que para mí no es cualquier cosa: "[...] más allá del modo de decir, más en lo profundo, la poesía es emoción y es sinceridad".
Muchas gracias por tan plenos regalos, Amando.




domingo, 17 de febrero de 2013

Comentario de Isabel Martínez Barquero en su blog "El cobijo de una desalmada"

Isabel Martínez Barquero en su blog "El Cobijo de una desalmada" publicó esta reseña-comentario. 
Puedo anticipar, aquí, que la presentación valenciana de su libro "Linaje oscuro", (por cierto, colección de relatos altamente recomendable), fue todo un éxito.
Isabel estuvo acompañada por buenos amigos y muchos lectores.
Así pues enhorabuena.


HOY ES MARTES

Hoy es martes, un martes donde el viento continúa con su azote inmisericorde. Pero como casi nunca existe una negrura completa en el Sur en materia meteorológica, resulta un agasajo para el ánimo el dulce y tibio sol de febrero, un sol que expande azules candorosos moteados de un blanco deslucido. Contemplo la nitidez del día a través de las ventanas, a salvo de la intemperie que despeina los buenos propósitos que me formulo para los días venideros. Como siempre, me pierdo en las palabras y los minutos se evaporan sin sentir. Pienso en el próximo jueves, día 14 de febrero, un día hermoso sin duda para concluir la gira de presentaciones de mi libro de relatos «Linaje oscuro». Tendré la inmensa satisfacción de acudir a Valencia y allí, acompañada de la escritora y amiga Isabel Barceló Chico, juntarme con los amigos que puedan y quieran acercarse al BiblioCafé. 


Invitación a la presentación de Valencia que ha efectuado Isabel Barceló sobre la portada del libro.


    Como es habitual cuando estoy en vísperas de una presentación, doy vueltas a lo qué diré, a los relatos que leeré, a... Intento anticiparme, pero es inútil, lo tengo comprobado, pues al final en cada sitio surgen las palabras adecuadas a la atmósfera que entre todos los asistentes construimos. En todos los lugares que he estado con este linaje viajero, lo he pasado muy bien, he aprendido y se me ha hecho corto el tiempo. Lo malo son los días previos, cuando los nervios consiguen que me asemeje a un rabo de lagartija y todas las aprensiones me cercan como sombras llenas de amenazas. Ya con la experiencia que he atesorado en estos tres últimos meses en Murcia, en Barcelona, en Albacete y en Madrid, aspiro a que no me embargue la zozobra previa, la que ahora mismo siento ahí, en el fondo de mi ser como un hueco que quisiera engullirme. Son inútiles los consuelos que me doy en un desdoblamiento teatral y sólo me alivia la sospecha de que saldrá todo de maravilla, como en las otras ocasiones. A esta sensación ambivalente es a la que deben referirse los actores cuando hablan de miedo escénico.


Hoy es martes, quizá un martes de invierno, me repito –cómplice– tras concluir la lectura del magnífico libro de poemas «Quizá un martes de otoño», de Amando Carabias María. Aunque quizá –como indica el amigo poeta– «hoy voy a llegar tarde a mi cita con la vida», no me retrasaré el jueves

«para entrar en el mundo sin lamentos,

para subir a escena convencido
de no ser adjetivo prescindible.»
    Hoy es martes 
«Y el paso de la muerte
conoce su derrota»
...
«pues todavía es tiempo de la siembra,
y aún nos resta afán para las manos
y que le broten pétalos al labio»
Hoy es martes y de aquí al jueves me alterarán las aprensiones interiores
«porque después de siglos o milenios,
no existen palabras contra el desasosiego»
Hoy es martes, un martes de invierno donde me he perdido y hallado en los versos de Amando, un martes que también anticipa el gozo de lo que ocurrirá el jueves en Valencia.

martes, 12 de febrero de 2013

Reseña de Anabel Consejo Pano en La Esfera Cultural


(crítica publicada en el blog de La Esfera Cultural el día 8 de febrero de 2013)
Junto a Anabel Consejo en Zaragoza, octubre de 2011. Foto
Pilar Aguarón
En este viernes de febrero en el que por fin el viento me da un respiro, me apetece hablar de las cosas que me gustan. Hablar de Amando Carabias María como persona es sencillo, es la bonhomía personificada. Hablar de su obra tampoco es difícil, al menos para mí, como tampoco resulta difícil disfrutarla. Y disfrutar un libro que es un canto al desasosiego puede parecer una contradicción, pero no lo es.
Quizá un martes de otoño es el desasosiego, la incertidumbre, el sinvivir continuo desde la primera hora del alba hasta bien entrada la noche. Es un libro circular —su título es el último verso del poemario— porque los días son una sucesión incesante de 24 horas, ciclos pequeños que se repiten como un rosario de ayes, que empieza uno cuando acaba el otro. Es el tener el corazón en un puño esperando que la enfermedad no avance, que el dolor no crezca, que los esfuerzos sean fructíferos, que la medicación haga efecto… Es la contradicción de ver cómo alguien sufre y no querer que se vaya; es el deseo de intentar devolverle a una madre algo de la vida que ella nos insufló. La agonía lenta, repetitiva acrecentada por la certeza de que no puede haber un final feliz. Para Amando, su vía crucis particular también tiene estaciones: las horas del día. Cada hora tiene su oración, su poema. El automatismo del dolor no resta gravedad a la situación, pero crea un devenir esperado de los acontecimientos y nos instala en la inercia, en la poco sorprendente rutina. A la vez, esta rutina particular, se ha de conjugar con la propia rutina personal: trabajar, comer, dormir, ver el fútbol, asquearse con la situación actual, amar, respirar… Puede ser que la mezcla de las dos rutinas ayude a ir superando el ciclo diario de la preocupación, pero Amando tiene otras armas con las que enfrentarse al cotidiano dolor: el amor, la fe y la poesía. Ya en Versos como Carne Amando vencía la injusticia con las mismas armas y, en este poemario, repite el trío invencible. En medio del dolor y la desesperanza la belleza resplandece: la belleza del amor —de pareja o maternal—, la belleza de la fe en Dios —Amor con mayúsculas— y la belleza de la poesía —cómo no, otro gran amor—. Amor, al fin y al cabo. Porque hasta cuando Amando nos habla de su pasión por el fútbol —pasión apaciguada por las circunstancias— nos habla de entrega, del esfuerzo de unos jugadores por un fin común; nos habla de la necesidad de hacerle ver a su madre que él no está preocupado pues sigue disfrutando de un partido. Qué sería del amor si no hubiera sacrificio, un sacrificio altruista, que sale de dentro sin esperar nada a cambio. El amor es el bálsamo que nos restablece cuando la noche amenaza con la temida posibilidad de que el teléfono brame y sólo los hombros de la amada alivian y alimentan las ganas de seguir respirando; o la fe en un ser supremo que nos apoya en esta vida y nos aguarda en la otra es la creencia que nos proporciona las fuerzas necesarias para volver a empezar un nuevo día con su vieja rutina.
En cuanto al aspecto formal del libro sólo puedo decir que Amando sigue manteniendo una pulcritud deliciosa a la hora de maquetar sus obras. El esmero volcado en estas páginas se transmite al tocarlo y, por supuesto, al leerlo. Y si nos adentramos en la belleza formal de su poemas y de sus prosas poéticas sería reiterarnos una vez más en la exquisitez con al que Amando pare sus textos. Si se me permite, me gustaría señalar que me ha parecido ver a un Amando un poco más libre hacia el final del libro y conforme se adentraba en la noche, tal vez el “cansancio” dote al poeta de una perspectiva diferente que yo he saboreado. No por ello reniega de los sonetos como el fantástico [21:31] del que no me resisto a copiar el último terceto:
Sólo siento el frenético aleteo
del pánico durante el abordaje.
Ya he sido encadenado y soy su reo.
Únicamente me queda dar la enhorabuena a Amando por esta desasosegante y, a la vez, redentora obra. También he de dar la enhorabuena y agradecer a la editorial Urania que haya apostado por Amando Carabias María.

domingo, 10 de febrero de 2013

Poema-comentario Amando García Nuño

Lleva unos días descansando en la bandeja de mi correo electrónico, y cada vez que lo leo me estremece por la fuerza de la amistad, y por la lectura que hace del libro.
Como dice el autor (Amando García Nuño -AQUÍ SU BLOG-) se trata de un regalo, y como tal lo recibí, y como tal lo conservo; pero al mismo tiempo me resisto a no compartirlo con todos vosotros.
Conocí a Amando en Segovia, durante la celebración del III Día Internacional de la Poesía, para el que había sido seleccionado. El hecho de ser tocayos provocó el acercamiento, pues nuestro nombre digamos que no es el más común de los nombres propios. De inmediato, sin que haya una explicación lógica para ello, conectamos y nació una relación amistosa que a lo largo de estos meses va fraguando cada día un poco más.
De esta forma tan poética, Amando García Nuño ha comentado el modo en que Quizá un martes de otoño  le ha llegado al corazón.


HORAS DE UN TIEMPO AUSENTE
_______________________________

  

                                                                    
                              Para Amando Carabias,
                  que compartió esas horas de un martes de otoño



Horas de susurrar frente al desasosiego,
de páramos insomnes
donde acosan tus ojos los prospectos,
horas de cena y ritos cotidianos
frente al canal nueve, horas
donde el verso se enquista, y no hay quijotes
lanceando futuros al olvido,

horas de llanto en ristre, y de supermercados,
horas de fríos aliñados
entre la soledades del gentío,
de esa muerte apenas esquivada
en pasillos de yodo,
horas donde alcanzar la playa y liberarte,

horas para la molienda de los sueños
que desgarra un teléfono sonando,


                …horas de timbres intermitentes, mejor no preguntarse, semblantes confundidos, horas sin hora entre los segunderos, horas de trámites al oeste de la rutina, horas de selva y terremotos sacudiendo las pantallas hacia tus ojos sorprendidos, mejor no preguntarse, horas de interruptores en on, y restos de almanaque encestados sobre las papeleras del pasado, horas de hora-dar, de dar quizá, de dar ahora, horas de estrellas escondidas y latidos huyendo por las venas, mejor no peguntarse, de trajes como armaduras y cuerpos fusionados bajo aromas de café, mejor no preguntarse, el otoño construye la memoria, y la melancolía, horas hacia atrás,  mejor no preguntarse,


horas donde apenas importa
la lectura correcta del azogue,
horas donde el día aún busca costuras
en labios sin presente,
y la huella de otra carne entre tu carne
exilia aquel pavor de pesadillas,

horas errantes
entre un clamor de tiempos desandados,
horas con hatillo, peregrinas
hacia brotes de cualquier pánico en flor
por las enredaderas, horas, acaso,
para un día inverso  
viajando de la angustia a la placenta,

horas para esa madre, pez perplejo
con su tenue sonrisa asombrada
bajo remotas aguas, horas vagando
indigentes, del sueño a la oficina,
horas donde buscarse, quizá, y no encontrar
sino el eco de un grito frente al hambre,                 ,
y estos versos contra el desasosiego
de otro tiempo, ausente en los relojes.

                         ________________________
                         
                                                            Riaza*, tres de febrero 2013
____________________________
* Para quien no lo sepa por razones de distancia geográfica, Riaza es un hermosísimo pueblo  del nordeste de la Provincia de Segovia. Allí, Amando García Nuño disfruta de muchos fines de semana.

lunes, 4 de febrero de 2013

No hay santo sin octava

(Publicado también en Pavesas y cenizas)

Hoy hará una semana que Quizá un martes de otoño fue presentado en el café literario Libertad 8 de Madrid.
Sin embargo hasta estos momentos he permanecido en silencio, no porque las cosas fueran mal o regular allí —más bien sucedió lo contrario—, sino porque quien de algún modo protagoniza el poemario, aunque esté oculta en la sombra y sea referencia de los versos, volvió a sufrir en su organismo otro martes terrible, no el de otoño que da título al libro, sino en pleno invierno.
Pero por suerte, y a pesar de estos días tan difíciles, la amistad toma el mando de las operaciones.
Fer es alguien muy especial para mí. Nada tiene que ver con el mundo de la poesía, pero tuvo el ánimo de presentarse en el café. No sólo él, sino su gran compañera, su cámara fotográfica, con la que plasma pedazos de su vida. Parte de estos instantes poco a poco, los va subiendo al blog que lleva: FdeGustín. Momentos fotográficos.
Aquí os dejo el enlace a la entrada que se ha convertido en un reportaje sobre aquella tarde que fue hermosa, muy hermosa, a pesar de que el filo de la navaja ya se abría siniestro. Y que tiene el valor añadido (al menos a mi modo de ver) de tratarse de la mirada ajena al mundillo poético. Es decir una mirada diferente de otras que puedan haberse producido, o se produzcan.
Aquí dejo también una de las fotografías de su reportaje: 

Un aspecto general de la sala con parte
de los asistentes al acto.

sábado, 26 de enero de 2013

Presentación de "Quizá un martes de otoño" en Segovia


Ahora que inicio estas líneas, ha amanecido un sábado indeciso, de azules tímidos y grises con indicios imperialistas. Ahora es sábado. Han pasado algo más de sesenta horas desde el momento mágico en que en la Biblioteca Pública de Segovia comenzó el acto de la presentación de Quizá un martes de otoño a cargo de Norberto García Hernanz cuyo texto íntegro tuvo la deferencia de facilitarme y permitir su reproducción, lo que ya está hecho en este enlace.
Fue el amigo Francisco Concepción desde Santa Cruz de Tenerife quien primero avisó sutilmente de lo que podría suceder en lo meteorológico, cuando compartió el anuncio de la fecha del acto en La Esfera Cultural con este título: Quizá un martes de otoño se presenta un miércoles de invierno”. Y es que ya desde el lunes el invierno en toda su crudeza y rigor hizo acto de presencia entre nosotros: la nieve, el frío, la lluvia, el viento convirtieron la jornada previa del martes y la del propio miércoles en días de visitas a las páginas web donde se prevé la evolución meteorológica. Esto, obviamente, me hubiese preocupado muy relativamente en caso de que los posibles asistentes a la puesta de largo de la criatura sólo fueran convecinos. Pero no era así. Aún no me explico muy bien las razones, pero sabía que se acercarían hasta aquí buenas amigas procedentes de diversos puntos de España, como ya sucedió en las otras dos ocasiones previas, cuando se presentó Versos como carne en marzo de 2011 y cuando hicimos lo propio en junio de aquel mismo año con la novela colectiva Oscurece en Edimburgo. Por suerte, ese experto general de frío y nieve no desplegó todo su arsenal, y la amplísima panoplia de armamento que dispone y las carreteras no fueron víctima de su ataque, por otra parte previsible, dadas las fechas del calendario.
Después de las horas previas compartiendo almuerzo, recuerdos e ilusiones con dos buenas amigas, aproximadamente a las seis menos cuarto de la tarde, llamaron al móvil desde el coche en que llegaba la editora Amelia Díez Benlliure acompañada por su mano derecha en la editorial Mónica Serra. Justo en ese momento la nieve hacía acto de presencia, nuevamente, en la ciudad, acaso para recomponer su vestimenta, ya que durante las horas previas se había deteriorado su albura.
Tras las correspondientes vueltas de reconocimiento a una urbe que ellas desconocían, llegaron junto al muro de la Biblioteca. Se podría decir que Urania Ediciones iniciaba en Segovia una especie de minigira que le ha llevado a Asturias en este fin de semana y el lunes remataremos (Eloy Sánchez, Marcelo Díez, Amelia y yo mismo) en Madrid en el Café Literario Libertad 8.
Nunca es fácil explicar qué se siente cuando uno abraza por primera vez a alguien que, sin embargo, ya conoce de hace algún tiempo, a través de este medio que llamamos Internet. No es la primera vez que me sucede (por suerte para nosotros hay un buen puñado de estos recuerdos en el corazón), pero nunca sé concretar con palabras esos instantes en que se corrobora de un vistazo y una sonrisa que todo lo que habías pensado o sentido respecto de esa persona es así. Es una novedad absoluta, pues nunca has estado personalmente junto a ellas, pero al mismo tiempo es una mera confirmación, como una rúbrica de pieles y miradas a una carta ya pasada a limpio, corregida y apenas con una o dos erratas que nadie ve.
Una vez instaladas en el hotel tan próximo, el frío, la nieve, el granizo y el viento se quedaron fuera, haciendo su particular recorrido por calles, plazas, atrios, torres y tejados. Recibí alguna llamada de amigos que no pudieron acercarse a última hora, porque los kilómetros que les separan de la ciudad se antojaban infranqueables a causa de esa repentina descarga furiosa de última hora que en los pueblos próximos a Segovia fue aún más intensa, según me confirmaron después algunos que, a pesar de todo, cruzaron esa intemperie.
Y repito, me refiero a estas inclemencias, porque a pesar de ellas, la sala de la Biblioteca destinada a este acto se llenó e incluso hubo que acercar alguna silla más. 
Aspecto de la sala
Abrió el acto Luis García Méndez, director de la Biblioteca Pública, quien, entre otras cosas comentó que este libro es el primero que se presenta en el histórico edificio.
Todo tiene su explicación, pues la Biblioteca no cuenta con un salón de actos y, por tanto, sus espacios no están preparados para este tipo de circunstancias, de hecho, hubo que modificar toda la sala para adaptarla a nuestra invasión. Y sin embargo, me da la impresión, de que no es ésta la única razón que hasta ahora ha impedido que aquí se presentara algún libro, tiempo y ocasiones ha habido para ello. Ni a mí —por no ir más lejos— se me ocurrió en los anteriores cinco casos esta opción; quiero decir que no hubo oportunidad a que alguien me negara por las razones que fueren la posibilidad, es que ni siquiera lo barajé. ¿Y, sin embargo, qué hay más obvio para presentar un libro que el lugar donde todos los libros esperan a ser leídos, donde se pueden encontrar aquellos volúmenes que en otro lugar son prácticamente imposibles de hallar, el lugar donde, como escribí en la dedicatoria del libro que allí quedó, aprendí que la literatura es emoción? Como sucedió cuando presenté Cuentos de Euritmia en la Casa Museo de Antonio Machado, sin buscarlo previamente, sin esfuerzo, encontré el mejor posible lugar para que este libro echara a caminar por su cuenta, con su vestido de tonos otoñales y cálidos —aunque no ardientes—, ya independiente de mi voluntad, ya autónomo para ser objeto de indiferencia, cariño o diatribas.
Junto a Amelia. Sonrientes.
A continuación Amelia Díez Benlliure, mi editora —qué bien suena decirlo y escribirlo—, explicó con brevedad, concisión y calidez el modo en que nos conocimos en este complejo mundillo de las letras en la Red, y contó lo fundamental de Urania Ediciones: su apuesta arriesgada, valiente y digna de encomio en estos tiempos, por la poesía y por la literatura infantil.
Y uno mientras escuchaba su voz, recordaba aquellas tardes silenciosas en que de vez en cuando leía alguno de sus poemas en su blog que había encontrado porque ambos coincidimos en el blog de un amigo común cubano que vive en Italia (y del que últimamente sabemos poco). Y aquellas otras tardes primaverales, pero de barahúnda poético-bloguera, donde casi al unísono empezamos a sentir vergüenza ajena por el espectáculo al que asistíamos. Y las noches de tertulia de poetas, del grupo Arando Versos en FB. Y esa tarde/noche, nada más entrar en el grupo, en que me propuso, para mi vergüenza, que le enviase tres o cuatro poemas y de este modo, formar parte de un libro colectivo y solidario llamado Arando Versos. Y todo iba encajando. Nada es porque sí. Nada es casual. Todo es causal. Todo, al final, acaba convirtiéndose en una cadena lleva de eslabones, y si uno falla, no existe la cadena. Y si Quizá un martes de otoño lucía en pie en la mesa en la que estábamos Amelia, Norberto y yo, era porque antes habían sucedido estas cosas. Y esa confianza que yo ya tenía con Amelia, me impulsó a enviar a un correo electrónico en el que adjuntaba la quinta lectura revisada del poemario, como respuesta a una petición suya, casi al anuncio de su locura. Nos había dicho, más o menos: “queridos aradores voy a crear mi propia editorial, si alguno de vosotros tiene alguna cosa y quiere…” Si, a pesar de los comentarios favorables de Isolda, Elvira y Paloma, yo no hubiera conocido a Amelia, quizá no lo hubiera hecho, pues, Quizá un martes de otoño es el libro más íntimo de cuantos he escrito. Y para mi sorpresa, emoción y sensación de vértigo, Amelia a los días me respondió al envío diciendo que si yo quería ella editaba el libro. Nunca se puede decir nada de cara al futuro, pero barrunto que será difícil que escriba uno tan en carne viva como éste, por eso cuando respondí que sí, que adelante, ella —ni nadie— sabía que por dentro albergaba esos sentimientos.
Con Norberto en los segundos previos al inicio del acto
Después llegamos al momento central de la velada. Norberto García Hernanz leyó el texto que había escrito y que ya ha sido publicado con su autorización por mí. Respecto de otros conocidos que he ido sumando a lo largo de estos años en Internet, Norberto cuenta con una ventaja apreciable: ambos vivimos en esta ciudad. Esto quiere decir que para el encuentro personal y compartir una charla cara a cara, no es necesario hacer el petate y recorrer un tramo más o menos largo de carretera. Aunque habíamos oído hablar el uno del otro, hasta que no organizó, a través de Internet, el I Día Internacional de la Poesía en Segovia, nuestras vidas no tuvieron ningún punto de encuentro. Él se dedicaba —y se dedica— a su actividad profesional como profesor de Matemáticas en uno de los institutos de la ciudad y a sus aficiones que tienen que ver con muchas ramas de lo humano: el ciclismo, la pintura, el canto coral, la montaña, la poesía… Norberto es un hombre inquieto y algo solitario, como uno. Recuerdo que cuando Amelia y yo empezamos a pensar en fechas concretas para este acto, sólo tuve que pensar en un nombre. Esta es mi suerte. Norberto dijo sí, sin más. Antes incluso de leer el libro, lo cual era asumir un riesgo por su parte. Pero de inmediato quedó subsanado ese pequeño problema. Mientras escuchaba sus palabras, que se pueden leer pues ya las he publicado, me daba cuenta de que el libro ya no es mío en exclusiva. Ya el lector va encontrado su propia lectura, su propio significado, su propio sentido.
Tras sus palabras —que no sé si merezco—, durante más de veinticinco minutos hablé sobre el libro, sobre el modo en que nació, sobre algunas cuestiones que ya he ido dejando esparcidas por estas líneas.
Firmando un ejemplar
Y dio tiempo a leer alguno de sus poemas, a pesar de que es difícil su selección porque, como está dicho, se trata (en el fondo) de un solo poema fraccionado por paso del tiempo, dividido por las señales horarias.
Por último y a pesar de la noche, a pesar del frío, todavía algunos amigos tuvieron la humorada de acercarse y comprar el libro y esperar un poco de turno, tampoco mucho, para que se lo firmase.
El libro ya está en las librerías, el libro ya camina hacia otros lugares alejados más o menos de esta ciudad donde nació como única posible respuesta a un dolor punzante y hondo, una sensación común para la inmensa mayoría de los mortales.
Uno no es distinto de nadie, ni especial. Sufre del mismo modo en que sufren cuantos han compartido, comparten o compartirán condición humana; pero tiene la costumbre de lanzar al exterior a través de la palabra escrita sus sentimientos.
En este caso, además, alguien, Amelia Díez Benlliure, ha considerado que mis versos, podían traspasar la frontera del archivo de mi ordenador.

La editora con la criatura, el día en que
salió de la imprenta