Francisco Cobacho, poeta con quien he compartido buenos ratos en FB y que también participa en las antologías Arando Versos y Cosecha de invierno ha publicado en FB el siguiente comentario, que ahora permite que suba a este blog.
Muchas gracias por tus palabras, Francisco, son un placer y un honor.
QUIZÁ UN MARTES DE OTOÑO
Hundí mis ganas de leer en sus versos y no cejé
hasta beberlos, verso a verso, como el agua que, siendo pura y sin ningunas
sales que le sobren, puede afectarnos por no estar acostumbrados a ingerir
líquidos de tan alta bondad.
La poesía de Amando, es descarnada,
absoluta, tremenda, desgarrada; incluso hiriente, si no nos remansamos en cada
una de sus estrofas y medimos bien la intensidad de emociones que su lectura
nos puede encender.
El poeta Amando, en muchos momentos y en
partes importantes de su poemario, utiliza palabras colmadas de desasosiego:
ataúd, pesadillas, ausencias, gritos, muerte. Y cuando nombra el mar, no lo
hace como elemento liberador, sino cual líquido oscuro que nos puede arrastrar
y absorber.
Su poesía me obliga, en cada palabra, en
cada verso.., a reflexionar sobre lo que somos, de dónde venimos y hacia qué
lugar nos dirigimos. El poeta, en multitud de ocasiones, se convierte a lo
largo y ancho de sus exclamaciones, en un filósofo, preocupado por el destino
en la tierra de sus congéneres, los hombres.
Los poemas contenidos en "Quizá un
martes de otoño", son tremendos; en algunas ocasiones, se trata de versos
torturados, desgarrados y al tiempo los son también de denuncia, de repulsa hacia
lo indigno. La inquietud de sus versos es un baladro de dolor.
En los versos de Amando, también hay amor,
un amor muchas de las veces, oculto entre las brumas; otras veces, es un amor
doloroso. Y sobre todo, la poesía de Amando, está impregnada de una cierta
esperanza que aparece después de leerle y relajarse con el regusto de haber
tenido la gran suerte de encontrarse con este magnífico libro: "Quizá un
martes de otoño".
Enhorabuena. Un abrazo.
F. Cobacho/ 21-02-2013