Con propósito.

NOTA DEL ADMINISTRADOR-EDITOR DEL BLOG

Imagen de la cabecera: Fragmento del cuadro de Mariano Carabias: "Mi madre" (retrato de nuestra madre. AQUÍ podéis verlo en su blog)

Este blog nace enlazado al resto de mis blogs, pero quiere ser el espacio donde se ordene todo lo referente a este poemario. Iré subiendo, a medida que se produzcan y conozca, las reseñas o noticias que se generen a su alrededor. Por tanto, como es obvio, su recorrido es corto; pero no me importa.
Si alguien lee el poemario y me remite su comentario de lectura del mismo, lo subiré al blog tal cual, como una entrada más. Y esto con independencia de que tenga o no su propio blog. De algún modo pretendo que sea la página del lector.
Ya sé que es una pretensión muy elevada por mi parte, pero por soñar que no quede.
Gracias de antemano.

sábado, 26 de enero de 2013

Presentación de "Quizá un martes de otoño" en Segovia


Ahora que inicio estas líneas, ha amanecido un sábado indeciso, de azules tímidos y grises con indicios imperialistas. Ahora es sábado. Han pasado algo más de sesenta horas desde el momento mágico en que en la Biblioteca Pública de Segovia comenzó el acto de la presentación de Quizá un martes de otoño a cargo de Norberto García Hernanz cuyo texto íntegro tuvo la deferencia de facilitarme y permitir su reproducción, lo que ya está hecho en este enlace.
Fue el amigo Francisco Concepción desde Santa Cruz de Tenerife quien primero avisó sutilmente de lo que podría suceder en lo meteorológico, cuando compartió el anuncio de la fecha del acto en La Esfera Cultural con este título: Quizá un martes de otoño se presenta un miércoles de invierno”. Y es que ya desde el lunes el invierno en toda su crudeza y rigor hizo acto de presencia entre nosotros: la nieve, el frío, la lluvia, el viento convirtieron la jornada previa del martes y la del propio miércoles en días de visitas a las páginas web donde se prevé la evolución meteorológica. Esto, obviamente, me hubiese preocupado muy relativamente en caso de que los posibles asistentes a la puesta de largo de la criatura sólo fueran convecinos. Pero no era así. Aún no me explico muy bien las razones, pero sabía que se acercarían hasta aquí buenas amigas procedentes de diversos puntos de España, como ya sucedió en las otras dos ocasiones previas, cuando se presentó Versos como carne en marzo de 2011 y cuando hicimos lo propio en junio de aquel mismo año con la novela colectiva Oscurece en Edimburgo. Por suerte, ese experto general de frío y nieve no desplegó todo su arsenal, y la amplísima panoplia de armamento que dispone y las carreteras no fueron víctima de su ataque, por otra parte previsible, dadas las fechas del calendario.
Después de las horas previas compartiendo almuerzo, recuerdos e ilusiones con dos buenas amigas, aproximadamente a las seis menos cuarto de la tarde, llamaron al móvil desde el coche en que llegaba la editora Amelia Díez Benlliure acompañada por su mano derecha en la editorial Mónica Serra. Justo en ese momento la nieve hacía acto de presencia, nuevamente, en la ciudad, acaso para recomponer su vestimenta, ya que durante las horas previas se había deteriorado su albura.
Tras las correspondientes vueltas de reconocimiento a una urbe que ellas desconocían, llegaron junto al muro de la Biblioteca. Se podría decir que Urania Ediciones iniciaba en Segovia una especie de minigira que le ha llevado a Asturias en este fin de semana y el lunes remataremos (Eloy Sánchez, Marcelo Díez, Amelia y yo mismo) en Madrid en el Café Literario Libertad 8.
Nunca es fácil explicar qué se siente cuando uno abraza por primera vez a alguien que, sin embargo, ya conoce de hace algún tiempo, a través de este medio que llamamos Internet. No es la primera vez que me sucede (por suerte para nosotros hay un buen puñado de estos recuerdos en el corazón), pero nunca sé concretar con palabras esos instantes en que se corrobora de un vistazo y una sonrisa que todo lo que habías pensado o sentido respecto de esa persona es así. Es una novedad absoluta, pues nunca has estado personalmente junto a ellas, pero al mismo tiempo es una mera confirmación, como una rúbrica de pieles y miradas a una carta ya pasada a limpio, corregida y apenas con una o dos erratas que nadie ve.
Una vez instaladas en el hotel tan próximo, el frío, la nieve, el granizo y el viento se quedaron fuera, haciendo su particular recorrido por calles, plazas, atrios, torres y tejados. Recibí alguna llamada de amigos que no pudieron acercarse a última hora, porque los kilómetros que les separan de la ciudad se antojaban infranqueables a causa de esa repentina descarga furiosa de última hora que en los pueblos próximos a Segovia fue aún más intensa, según me confirmaron después algunos que, a pesar de todo, cruzaron esa intemperie.
Y repito, me refiero a estas inclemencias, porque a pesar de ellas, la sala de la Biblioteca destinada a este acto se llenó e incluso hubo que acercar alguna silla más. 
Aspecto de la sala
Abrió el acto Luis García Méndez, director de la Biblioteca Pública, quien, entre otras cosas comentó que este libro es el primero que se presenta en el histórico edificio.
Todo tiene su explicación, pues la Biblioteca no cuenta con un salón de actos y, por tanto, sus espacios no están preparados para este tipo de circunstancias, de hecho, hubo que modificar toda la sala para adaptarla a nuestra invasión. Y sin embargo, me da la impresión, de que no es ésta la única razón que hasta ahora ha impedido que aquí se presentara algún libro, tiempo y ocasiones ha habido para ello. Ni a mí —por no ir más lejos— se me ocurrió en los anteriores cinco casos esta opción; quiero decir que no hubo oportunidad a que alguien me negara por las razones que fueren la posibilidad, es que ni siquiera lo barajé. ¿Y, sin embargo, qué hay más obvio para presentar un libro que el lugar donde todos los libros esperan a ser leídos, donde se pueden encontrar aquellos volúmenes que en otro lugar son prácticamente imposibles de hallar, el lugar donde, como escribí en la dedicatoria del libro que allí quedó, aprendí que la literatura es emoción? Como sucedió cuando presenté Cuentos de Euritmia en la Casa Museo de Antonio Machado, sin buscarlo previamente, sin esfuerzo, encontré el mejor posible lugar para que este libro echara a caminar por su cuenta, con su vestido de tonos otoñales y cálidos —aunque no ardientes—, ya independiente de mi voluntad, ya autónomo para ser objeto de indiferencia, cariño o diatribas.
Junto a Amelia. Sonrientes.
A continuación Amelia Díez Benlliure, mi editora —qué bien suena decirlo y escribirlo—, explicó con brevedad, concisión y calidez el modo en que nos conocimos en este complejo mundillo de las letras en la Red, y contó lo fundamental de Urania Ediciones: su apuesta arriesgada, valiente y digna de encomio en estos tiempos, por la poesía y por la literatura infantil.
Y uno mientras escuchaba su voz, recordaba aquellas tardes silenciosas en que de vez en cuando leía alguno de sus poemas en su blog que había encontrado porque ambos coincidimos en el blog de un amigo común cubano que vive en Italia (y del que últimamente sabemos poco). Y aquellas otras tardes primaverales, pero de barahúnda poético-bloguera, donde casi al unísono empezamos a sentir vergüenza ajena por el espectáculo al que asistíamos. Y las noches de tertulia de poetas, del grupo Arando Versos en FB. Y esa tarde/noche, nada más entrar en el grupo, en que me propuso, para mi vergüenza, que le enviase tres o cuatro poemas y de este modo, formar parte de un libro colectivo y solidario llamado Arando Versos. Y todo iba encajando. Nada es porque sí. Nada es casual. Todo es causal. Todo, al final, acaba convirtiéndose en una cadena lleva de eslabones, y si uno falla, no existe la cadena. Y si Quizá un martes de otoño lucía en pie en la mesa en la que estábamos Amelia, Norberto y yo, era porque antes habían sucedido estas cosas. Y esa confianza que yo ya tenía con Amelia, me impulsó a enviar a un correo electrónico en el que adjuntaba la quinta lectura revisada del poemario, como respuesta a una petición suya, casi al anuncio de su locura. Nos había dicho, más o menos: “queridos aradores voy a crear mi propia editorial, si alguno de vosotros tiene alguna cosa y quiere…” Si, a pesar de los comentarios favorables de Isolda, Elvira y Paloma, yo no hubiera conocido a Amelia, quizá no lo hubiera hecho, pues, Quizá un martes de otoño es el libro más íntimo de cuantos he escrito. Y para mi sorpresa, emoción y sensación de vértigo, Amelia a los días me respondió al envío diciendo que si yo quería ella editaba el libro. Nunca se puede decir nada de cara al futuro, pero barrunto que será difícil que escriba uno tan en carne viva como éste, por eso cuando respondí que sí, que adelante, ella —ni nadie— sabía que por dentro albergaba esos sentimientos.
Con Norberto en los segundos previos al inicio del acto
Después llegamos al momento central de la velada. Norberto García Hernanz leyó el texto que había escrito y que ya ha sido publicado con su autorización por mí. Respecto de otros conocidos que he ido sumando a lo largo de estos años en Internet, Norberto cuenta con una ventaja apreciable: ambos vivimos en esta ciudad. Esto quiere decir que para el encuentro personal y compartir una charla cara a cara, no es necesario hacer el petate y recorrer un tramo más o menos largo de carretera. Aunque habíamos oído hablar el uno del otro, hasta que no organizó, a través de Internet, el I Día Internacional de la Poesía en Segovia, nuestras vidas no tuvieron ningún punto de encuentro. Él se dedicaba —y se dedica— a su actividad profesional como profesor de Matemáticas en uno de los institutos de la ciudad y a sus aficiones que tienen que ver con muchas ramas de lo humano: el ciclismo, la pintura, el canto coral, la montaña, la poesía… Norberto es un hombre inquieto y algo solitario, como uno. Recuerdo que cuando Amelia y yo empezamos a pensar en fechas concretas para este acto, sólo tuve que pensar en un nombre. Esta es mi suerte. Norberto dijo sí, sin más. Antes incluso de leer el libro, lo cual era asumir un riesgo por su parte. Pero de inmediato quedó subsanado ese pequeño problema. Mientras escuchaba sus palabras, que se pueden leer pues ya las he publicado, me daba cuenta de que el libro ya no es mío en exclusiva. Ya el lector va encontrado su propia lectura, su propio significado, su propio sentido.
Tras sus palabras —que no sé si merezco—, durante más de veinticinco minutos hablé sobre el libro, sobre el modo en que nació, sobre algunas cuestiones que ya he ido dejando esparcidas por estas líneas.
Firmando un ejemplar
Y dio tiempo a leer alguno de sus poemas, a pesar de que es difícil su selección porque, como está dicho, se trata (en el fondo) de un solo poema fraccionado por paso del tiempo, dividido por las señales horarias.
Por último y a pesar de la noche, a pesar del frío, todavía algunos amigos tuvieron la humorada de acercarse y comprar el libro y esperar un poco de turno, tampoco mucho, para que se lo firmase.
El libro ya está en las librerías, el libro ya camina hacia otros lugares alejados más o menos de esta ciudad donde nació como única posible respuesta a un dolor punzante y hondo, una sensación común para la inmensa mayoría de los mortales.
Uno no es distinto de nadie, ni especial. Sufre del mismo modo en que sufren cuantos han compartido, comparten o compartirán condición humana; pero tiene la costumbre de lanzar al exterior a través de la palabra escrita sus sentimientos.
En este caso, además, alguien, Amelia Díez Benlliure, ha considerado que mis versos, podían traspasar la frontera del archivo de mi ordenador.

La editora con la criatura, el día en que
salió de la imprenta

viernes, 25 de enero de 2013

Presentación de Norberto García Hernanz


QUIERO AGRADECER PÚBLICAMENTE QUE NORBERTO GARCÍA HERNANZ HAYA PERMITIDO LA PUBLICACIÓN DE ESTE TEXTO DE SU AUTORÍA.

Con Norberto García Hernanz, instantes antes
del inicio de la presentación
Buenas tardes:

“No existen las palabras contra el desasosiego,
ni existen los relojes que lo aplaquen,
ni el filo de una espada lo extermina.”
De esta forma contundente, comienza Amando Carabias, el poemario que hoy presenta a la ciudad de Segovia, su ciudad, y que ya es el tercero después de “Humanidad Perdida” y “Versos como carne”.
Le doy mi enhorabuena por el grado de concreción, musicalidad y virtuosismo poético que, como veremos, alcanza en dicha obra y del mismo modo, felicito a Amelia Díaz Benlliure por los arrestos literarios que ha demostrado, al embarcarse en este proyecto editorial del que han surgido, en tan breve tiempo, (seis meses), varios títulos, como el ahora presentado “Quizá un martes de otoño” y máxime cuando esos esfuerzos están encaminados a fomentar la poesía y la literatura infantil. Gracias por ello.
He elegido esos versos iniciales, como comienzo de este acontecimiento, porque quiero, cuanto antes, centrarme en el objetivo que nos reúne, que es degustar el buen hacer poético de Amando. Prefiero, antes de cualquier otra consideración, acercarme a la palabra de este poeta que hoy cumple el deseo de poner en nuestras manos, una obra surgida de sus vivencias íntimas, que de otra forma, como él mismo ha declarado, “se habría podrido en su interior”.  No ha sido la elaboración de la obra, en ese sentido, algo premeditado,  sino algo surgido y casi expulsado desde dentro, con imperiosa necesidad.
Debemos pues, sacar cuanto antes a la luz ese planteamiento inicial, que nos habla de un desasosiego originado por lo que puede denominarse un acontecimiento, ya que acontecimiento es según el diccionario “una interrupción o alteración del curso normal de los sucesos, que por sus efectos exige o merece ser recordado”.  Eso parece ser lo que le ocurrió un determinado día a Amando y lo que motivó la inspiración de estos textos: Un acontecimiento.
Para el desasosiego provocado por esa alteración, por esa interrupción, según el autor como hemos leído, no existen relojes, tiempo que pueda reinterpretarlo o canalizarlo, ni filo de espada que lo pueda exterminar.
Eso es, lo que preocupa inicialmente a nuestro poeta, y ese será el problema fundamental de la obra, para resolverse o analizar: El cómo abordar ese acontecimiento repentino, que en un determinado momento, a lo largo de un día, quiebra la feliz cotidianidad del paseo, del trabajo, de la vida familiar, para trastocarlo todo.
Estos hechos provocan pues, en Amando la urgencia imperiosa de relatar sus sentimientos, sus consideraciones ya sean meditadas o impulsivas, sobre ese cataclismo de sensaciones desbordadas.
Así vamos adentrándonos en el poemario, que está temporalizado en un solo, largo y extraño día, con pasajes como “pánico en flor que me ha brotado de madrugada.”  ó “Sólo entendí tu ausencia: una montaña rusa enredada en el viento.” o también “La noche es hielo negro en mis afueras, todo paralizado en un solar donde reina la dama descarnada.”
También nos pone en situación adecuada, usando metáforas y anáforas como en: “Hay una oquedad dentro, una oquedad sin venas, una oquedad de frío y llanto helado, una oquedad de mármol”, para después concretar el doloroso trance y quizá amortiguar sus efectos recurriendo al lenitivo apoyo de la música en:
“Mis manos interpretan
los pliegues de tu carne,
sinfonía lunar,
mis plectros incansables
buscarán en tu piel arpegios
que acallen el fragor de pesadilla,
hasta que su sonido de volcán
dinamite la túnica azabache
que envuelve nuestro espacio
                                          y mi futuro.”
Sirven estos versos, para que Amando suavice el pesimismo reflejado en los iniciales y vaya, mediante la progresiva aceptación de la realidad, dando al acontecimiento un carácter más asumible y moldeable.
Para la mejor comprensión de aquello que vais a disfrutar en el poemario, creo también conveniente detenernos un momento en las características de Amando, como poeta, novelista, y, sobre todo, ser humano.
Es necesario hacerlo, para entender el grado de autenticidad y sinceridad con el que, a corazón abierto, se nos ofrece en esta obra.
Y no es que yo tenga, (el otro día lo hablábamos), un conocimiento exacto de su personalidad, ni pueda haceros glosa de sus virtudes como amigo, o compañero de fatigas, ya que nuestros caminos, salvo por acontecimientos poéticos, no han coincidido hasta los últimos tiempos, pero por eso precisamente, presumo poder juzgar sus virtudes humanas desde la imparcialidad, y afirmo desde ella, que el primer acercamiento a su persona da pistas suficientes para descubrir a un hombre bondadoso, sencillo y extraordinariamente sensible, implicado y según me consta, sufridor, de aquellos acontecimientos sociales, que como ocurre actualmente, a diario, nos desbordan.
Leyendo el poemario “Quizá un martes de otoño”, entendí enseguida, que era lógico, dadas esas características que definen su personalidad, la intranquilidad y el desasosiego originado por la posible desaparición, un día aciago, del ser que le dio la vida, su madre. Lo que llamaríamos en lenguaje coloquial “Un susto tremendo” convulsionó una jornada que en principio no auguraba malas noticias.
La indefensión que en cualquiera produciría este acontecimiento, en Amando se ve aumentada, dada su sensibilidad y permite que su discurso alcance un elevado grado de lirismo, donde los recursos poéticos son superados, incluso, por ese sentimiento que es finalmente el que nos llega, nos cala y nos hace vibrar.
Dicho esto, creo que vendría al caso hacer una disquisición filosófica que me ronda, desde que el autor me pidió que le hiciera la presentación. Se trata de la diferencia entre acontecimiento (palabra que hasta el momento he repetido abusiva e intencionadamente esta nueve veces) y la palabra suceso. Pueden llegar a confundirse pero no tienen nada que ver.
Según nos comenta Chantal Maillard (Premio Nacional de Poesía 2004) en su libro Matar a Platón (con el que se hizo merecedora del citado premio) “Un acontecimiento no es un hecho, sino algo a la vez muy sutil y complejo que puede si acaso ser sugerido mediante por ejemplo la poesía.”(Lease, por ejemplo una noticia dramática e inesperada como la que inspira el libro) “El acontecimiento, al contrario que una idea, nunca puede ser definido. La verdad de un acontecimiento no puede ser aprehendida por las ideas, sino aproximada de diferentes formas.” Viene a decirnos, mediante precisamente la poesía, Chantall Maillard, que las Ideas platónicas que racionalmente dan cuenta de la realidad en un estado sobrio y puro, pueden aproximarse a los fríos sucesos que acontecen a diario y que afectan por igual, imparcialmente, a los seres humanos, pero poco tienen que ver con la interpretación de la realidad de un acontecimiento, porque éste al acechar tan intensa y subjetivamente a quien lo experimenta,  al ir como en el caso de este poemario, directamente  disparado hacia las fibras más sensibles de un ser humano en particular, no puede ser analizado como verdad universal por la Razón Ideal, sino cercado, aproximado por diferentes medios entre los cuales la poesía tiene especial relevancia.
El lector a su vez, también tiene la necesidad de reconocerse en ese acontecimiento, porque así prepara su experiencia para controlar el miedo, el temor a lo imprevisible y al dolor de cualquier tipo, que pueda presentarse en el transcurso de su vida. Nosotros pues, en la lectura de estos versos, de la mano de Amando, podemos ir adquiriendo las destrezas que él ha atesorando en su interpretación de lo que aquel día experimentó.
Más adelante en el poemario, siguiendo con esta forma tan directa de interpretar la realidad, veremos aparecer nuevas luces y espacios para la esperanza. El bálsamo de la poesía pues, parece ser que lava el pesimismo inicial de Amando y le permite construir, con palabras, un islote de seguridades, en el que aún mantenerse a flote:
Así podemos leer:
“Y cuando te hayas ido,
mañana, o dentro de tres vidas,
¿cómo no se hundirán los universos
y los amaneceres
y las espadas de las flores?
Mejor no preguntarse,
mejor no anticipar el sufrimiento,
mejor no convocar el laberinto
ni al monstruo que lo guarda.
Mejor aprovechar tu nitidez
de brisa detenida y sosegada
bajo las cordilleras de tu cuerpo,
para entrar en el mundo sin lamentos,
para subir a escena convencido
de no ser adjetivo prescindible.”
Siguen después los intentos de Amando por mantener la normalidad dentro de una situación que ha quebrado, aunque sea transitoriamente, su equilibrio emocional. Como persona  metódica, y a pesar de la preocupación, continúa su jornada, a través de los poemas.
Así dice:
“Al encender la luz de la oficina, su brillo me recuerda un hospital, aunque nuestros pacientes no respiren, ni en apariencia sangren o padezcan.
Sobre la mesa yacen los papeles tal y como dejé su cuerpo ayer, sin otra novedad que la emboscada de miles de segundos en sus poros que no han causado heridas apreciables.”
O más adelante:
“La jornada es un timbre impertinente, inquieto e incansable saltamontes, o llovizna de martes. Y siempre la justicia se encarama detrás de sus palabras sosegadas o inquietas o iracundas.

No adelantaré ya más detalles que el autor no os quiera avanzar, ni tampoco ningún final que él no considere conveniente contaros antes de tiempo.
Solo apuntaré, antes de cederle la palabra, mi observación en el poemario, de un avance continuo hacia posturas menos pesimistas y categóricas, que en las últimas páginas se pueden leer así:
“sé que existe el sendero donde el alma
llegará al fuego de tus manos
donde arderá mi pánico, y después
alcanzaré el jardín para el reposo
donde cantan los árboles:
allí beberé un río de justicia.”
Por otro lado, tengo mi propia idea sobre el sentido de la palabra “Quizá” en el título de la obra, (Quizá un martes de otoño) pero ante la posibilidad de equivocarme, le lanzo al autor estas preguntas dejando a su criterio la conveniencia de responderlas: ¿Fue entonces un martes el día en que se produjo ese acontecimiento? ¿No lo recuerda, o no lo quiere recordar Amando? ¿Quiere decir que en realidad es irrelevante el día de la semana en que ocurrió? ¿Nos quiere transmitir que debe ser irrelevante para nosotros, la fecha en que nos ocurran similares situaciones?
 ¿Y el desasosiego inicial? ¿Podrá haber palabras, relojes y filos de espada, que puedan al fin combatirlo? Él podrá decírnoslo si lo desea. Como sabemos, los poetas no siempre quieren anticipar de sus obras nada al lector, que ellas mismas en  lectura meditada puedan transmitir por sí solas.
Concluyo ya, confirmando que Amando Carabias, ha conseguido con esta elaborada y acertada obra, un primer objetivo al aplicarse a sí mismo, de forma terapéutica sus propios versos, para reinterpretar esa realidad que de vez en cuando, nos expulsa bruscamente del mundo que habitamos. De la misma forma anticipo la consecución de un segundo objetivo, que es el ofrecernos aquí y ahora, el resultado de su excelente hacer poético, para que lo disfrutemos y podamos compartir con él ese decir de la poesía,  que según Chantall Maillard es auténticamente válido, para aproximarnos a todo aquello que ahí fuera, día a día, nos acontece.
Muchas gracias.

© Norberto García Hernanz 

jueves, 24 de enero de 2013

¿Cómo afrontar un nuevo día? Por Isolda Wagner

PUBLICADO EN "PAVESAS Y CENIZAS" EL 24 DE ENERO DE 2013


ESTE RESEÑA DE "QUIZÁ UN MARTES DE OTOÑO" SE DEBE AL CARIÑO DE ISOLDA, NUESTRA ISOLDA. AUNQUE EL PUDOR ES INMENSO NO PUEDO NEGARLE ESTA PÁGINA.
GRACIAS EMOCIONADAS



Imagen extraída de "La Esfera Cultural"


¿Cómo afrontar un nuevo día, cuando sientes que una ola te ha revolcado y sales del agua temblando ante el enorme poder del mar?
Esto es lo es que hace Amando Carabias en “Quizá un martes de otoño” de Urania Ediciones. En la Biblioteca Pública, que tanto ha significado para el autor, le acompañaron, entre otros, la editora, Amelia Díaz Benlliure y su amigo y poeta Norberto García Herranz. Su presentación merece capítulo aparte y no seré yo quien la escriba.
Vuelvo al libro. A veces una palabra, un gesto, determina una nueva etapa.
El poeta despierta de lo que cree una pesadilla; todavía es capaz de amar a quien comparte su lecho.
Pero no es un sueño y se planta frente al espejo y reflexiona. Se le agolpan los porqués y los cuándos y es entonces, de buena mañana, cuando empieza a versar lo que siente. “Este pánico en flor que me ha brotado de madrugada”
Hora tras hora, (recordando al clásico) mezcla sentimientos desconocidos para él con la vida diaria, que debe continuar.
Cada poema encierra las dudas del porvenir y la certeza que adivina. La palabra escritas son su salvación,  su delicado estilo, sus metáforas tan especiales y esos vocablos únicos y propios de Amando.
Se asusta, ¿cómo no? “Intuyo los secretos de una soga ciñendo la garganta del futuro como sombra invernal, acero nítido donde la luz desaparece y calla.”
No olvida, las injusticias que nos rodean hace ya tanto tiempo. “... como un hacha se clava en mi cabeza, una interrogación llena de rabia, ¿por qué no reclamamos que su exclusivo afán sea el servicio a quienes deambulamos el planeta?
Las horas pasan y se deslizan hermosísimos poemas de amor carnal “¿Podrá entender la dama sin médula y sin piel mi desnudez ahíta sepultada en el mar coral de tus entrañas, después de verme llanto tras esa cuchillada que ha vuelto mis latidos negra arena de sangre?
Utiliza todo tipo de versos. Sus endecasílabos tan propios; alejandrinos y, en esta ocasión, manriqueños que quisieran enlazar con su sentir.
Emplea también su excelente prosa poética en algún caso.
Y termina con un “grito en contra del hambre, versos que a ti conduzcan, invisible latido de tu aliento, aunque no existan versos contra el desasosiego, ni siquiera existan hoy quizá un martes de otoño.’
Un poemario; un día completo, lleno de sensibilidad en cada recoveco y donde brillan, tal vez como nunca, sus metáforas.
Es un placer saborearlo de principio a fin con sus horas felices y sus desventuras. Nada de lo que pueda decir, suplirá lo que sienta cada uno de vosotros.
Hoy escribo estas líneas, como amiga; como quien ha desmenuzado cada estrofa; como lectora, pero sobre todo, para agradecer a Amando su confianza en mí. Nunca olvidaré el poema que me regaló hace un tiempo y que podéis ver AQUÍ
Así tenéis un poema extra.
Isolda Wagner


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NOTA DEL AUTOR:
Aún no puedo hacer la pequeña crónica de la presentación. Otros gratos menesteres me reclaman. Sirva esta foto como prueba de que el acto se celebró y que todo salió como mínimo, a las mil maravillas.
Especialísimo agradecimiento a Norberto por la presentación que hizo del libro. Un lujo que pronto compartiré con todos.

Norberto (i) lee, Amelia (d) escucha y sonríe, Amando (c) pues eso, en la  nube
(Foto Mónica Serra)
(Gracias a la biobleta de Segovia por todas las facilidades)